Hace tiempo alguien me dijo que me empeño en etiquetarlo todo. Y no estoy de acuerdo; no es cuestión de poner etiquetas. Es sólo ponerle palabras a situaciones, emociones, sentimientos, circunstancias; explicarlas de la mejor forma posible.
Y dentro de esas «etiquetas», existe la caja; la caja de nuestras cosas.
Con cada persona que entra en nuestra vida compartimos cosas: conversaciones, risas, llantos, miradas. No es necesario que sea tu íntimo amigo, pero un día te dice una frase genial, hace algo q te sorprende, algo que siempre recordarás. Y ese «algo» lo recordarás siempre, será algo que compartes solo con esa persona. Así nace la caja.
Me siento afortunada, porque mi vida está llena de cajas, de muchos tamaños y colores, de muchas formas. Algunas bajo llave, otras entreabiertas. Las que forman parte del presente se llenan cada día, y sé que el futuro está lleno de cajas por descubrir.
Quizás eso sea parte de lo que resume una vida: tus cajas a medias con otras personas.
Este post se lo dedico a alguien que nos dejó demasiado pronto hace poco. Estuve presente en su emotiva despedida, y había mucha, muchísima gente. Cada una de las personas que estábamos allí, teníamos una caja de cosas con Ismael.
Mi caja contigo, Ismael, no es demasiado grande, pero lo que contiene es muy valioso: lo más valioso es ese amigo que tenemos a medias y nos unió, una ilusión, horas de trabajo, lecciones aprendidas, para eso eres maestro!!
Algunos cafés, conversaciones divertidas, y tu sonrisa, que seguro que está en la caja de todos los que te conocieron.
Guardo con gran cariño nuestra caja, y te doy las gracias por haber puesto tantas cosas buenas en ella. Y sobre todo, voy a guardar esa lección que nos has dado al irte tan pronto. No hay que esperar a mañana, el momento es hoy.
Hoy es un día magnífico para seguir llenando cajas
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